Los sectores culturales brasileños demoraron para presentar sitios ante la Convención del Patrimonio Mundial. Eso solo ocurrió cuando Aloísio Magalhães, un conceptuado intelectual brasileño, asumió la presidencia del organismo responsable por la conservación del Patrimonio Histórico y Cultural del país. Por su iniciativa fueron presentadas las primeras propuestas de inscripción, que para felicidad de los brasileños fueron prontamente aceptadas. Así se incluyeron en la Lista del Patrimonio Mundial Cultural las ciudades de Ouro Preto y Olinda, los Monumentos de Congonhas do Campo, el Conjunto del Pelourinho y, en cooperación con Argentina, la Misión Jesuítica de São Miguel entre 1980 y 1985.